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Universidades en las ciudades son las nuevas marcas globales

Cuando se fundó la Universidad Colegio de Londres (UCL, por sus siglas en inglés) en 1826, fue ridiculizada en el John Bull, un periódico dominical, como «una estafadora escuela de suscripción de una sociedad anónima para los chicos ‘Cockney’” del este de Londres. El desprecio elitista era inevitable, dado que la UCL se encontraba entre las primeras universidades fundadas en Inglaterra desde la fundación de Cambridge, seis siglos antes.

Las murmuraciones acerca de la toma de riesgos y del expansionismo de la UCL todavía están presentes, a pesar de que actualmente es una de las 10 mejores universidades del mundo, según las clasificaciones de QS. La semana pasada, un grupo de académicos aprobó una moción de desconfianza de sus líderes en relación con su crecimiento, incluyendo un campus planificado de £480 millones en la anterior ubicación del Parque Olímpico en el este de Londres.

La UCL no está sola en la búsqueda de expansión para asegurarse su lugar entre la liga de las principales universidades del mundo. La Universidad de Nueva York (NYU, por sus siglas en inglés), fundada casi al mismo tiempo, ha abierto un centro tecnológico en Brooklyn y la de Columbia está forjándose camino en West Harlem como parte de un plan de crecimiento de US$6 mil millones. Es difícil caminar por las ciudades sin encontrar obras de construcción para nuevos campus universitarios.

Es natural temer que el crecimiento vaya acompañado de una erosión de la intimidad entre los habitantes de la ciudad y los universitarios encarnada por las instituciones de educación superior como las universidades de Oxford y Cambridge o como la de Princeton, la cual tiene 8,000 estudiantes en comparación con los 41,500 de la UCL; o la Escuela Politécnica cerca de París, con sólo 3,000 estudiantes. Un campus donde los estudiantes y los profesores fácilmente convivan pareciera ser el lugar perfecto.

Pero algunas universidades cuentan con escasas opciones. Ellas carecen del estatus histórico de Harvard o de Oxford y del colchón de grandes dotaciones o de edificios que se pagaron durante la Edad Media. Admitir más estudiantes es la única forma de cubrir los gastos de una marca global.

El revuelo en la UCL es un síntoma de una turbulencia más amplia que afecta a las universidades conforme la educación terciaria masiva se extiende a nivel mundial y aumenta la demanda de ingreso a las universidades elitistas. El mercado se está globalizando de la misma manera que las industrias como las finanzas y la fabricación de automóviles, lo cual obliga a las universidades a mantener el ritmo o a encontrar un nicho.

La asistencia a una universidad durante al menos dos años ha crecido del 10 por ciento de quienes dejaban la educación secundaria a nivel mundial en 1971 al 33 por ciento en 2013, con millones yendo al extranjero para estudiar. Esto hace que la admisión a universidades clasificadas mundialmente sea particularmente deseable. Simon Marginson, profesor en (coincidentemente) la UCL, llama a esto «un bien posicional, sujeto a una absoluta escasez de oportunidades de alto valor».