Existen muchas razones por las cuales el hábito de comer fuera de la casa puede convertirse en rutina. Las principales causas podrían ser: ubicación distante de la oficina, el congestionado tráfico, reuniones de trabajo, practicidad o incluso por preferencia personal.
La realidad es, que comer fuera de nuestro hogar (lo que se traduce en no poder controlar los elementos no visibles agregados a los alimentos) contribuye al aumento de peso, a trastornos gastrointestinales (intoxicación alimentaria, diarrea, producidos por bacterias) o al desarrollo de alergias y/o intolerancias (lácteos, gluten, mariscos) cuando se hace de una forma frecuente.
Entendiéndose también, que desde el punto de vista económico y práctico se escogerán alternativas de bajo costo y de rápida cocción. En ese intento de satisfacer necesidades diarias de alimentación se ingieren alimentos altamente grasos, por tanto calóricos, que tienen relación con el aumento de peso junto a la alteración de perfiles de colesterol, ácido úrico, triglicéridos y glicemia.
Idealmente la recomendación será pautar y preparar las comidas en casa, pudiendo tomar decisiones precisas sobre la forma de cocción a utilizarse, los condimentos, el tipo de alimento, la variedad y por supuesto, la manipulación adecuada.