El 16 de julio de 2003 los seguidores de Celia Cruz lloraron en todo el mundo, porque ella, con su extrovertida personalidad, su carisma y su poderosa voz, sobrepasó fronteras más allá del mundo hispanohablante: se había convertido en la “reina de la salsa” y la reina había muerto.
Quince años más tarde se preparan actos de homenaje en EE.UU. que incluyen la exhibición de sus vestidos, sus divertidas pelucas y otros artículos, que podrán verse en El Bronx neoyorquino y en Miami.
Los admiradores de la cantante caribeña ya no disfrutan de su “azúcar”, su dulce grito en los escenarios con el que enloquecía a las masas, y ya no la ven junto a su inseparable “cabecita de algodón”, como llamaba a su marido, el trompetista y director de orquesta Pedro Knight, con quien protagonizó una eterna historia de amor.