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La vida se apaga para los pacientes renales venezolanos

Alfredo Quintero sentía la boca reseca y náuseas luego de tres días sin dializarse. Todo quedó a oscuras mientras estaba conectado a la máquina de hemodiálisis que lo mantiene vivo, por el apagón que afecta a Venezuela desde el pasado jueves.

Su caso se repite entre decenas de pacientes renales como Frank Pacheco, a quien el corte de energía sorprendió en muy frágil estado tras perder un trasplante de riñón hace un año por falta de medicinas. Murió el domingo.

Ese mismo día Alfredo aprovechó un breve restablecimiento de la energía en algunas zonas de Caracas para hacerse el tratamiento, mediante el cual le sacan la sangre para purificarla. Sintió revivir.

Transcurridos cuatro días del apagón más desolador que haya vivido el país petrolero, Caracas ha tenido electricidad intermitente, pero en varios estados del interior la oscuridad es total.

Al menos 15 pacientes renales murieron entre el viernes y el sábado -según la ONG Codevida- por no tener acceso a las diálisis que deben realizarse sin falta tres veces por semana. Frank no forma parte de esa estadística.

El gobierno de Nicolás Maduro aseguró el domingo que no hay fallecidos en los hospitales públicos a causa del apagón y que las diálisis están garantizadas con plantas eléctricas.

De los 10.200 enfermos renales en Venezuela, unos 3.000 dependen de esos tratamientos, sostiene Codevida.

“Vine a probar suerte y gracias a Dios había luz”, contó a la AFP Quintero, de 23 años, el domingo poco después de conectarse a un riñón artificial del que depende desde hace cinco años por una insuficiencia renal.

El viernes el joven, de piel opaca y ojos amarillentos, apenas había estado 30 minutos conectado cuando otro intempestivo corte obligó a suspender el servicio en la unidad de diálisis. Él y otros 39 pacientes debieron irse sin completar el tratamiento. Entonces ya sumaban unas 24 horas de oscuridad.