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Epidemia de coronavirus obliga a religiosos a nivel mundial celebrar Viernes Santos en sus hogares

La comunidad religiosa a nivel mundial celebraban este Viernes Santo desde la seguridad de sus hogares, mientras en Japón surgían inusuales divisiones sobre cómo abordar el creciente brote de coronavirus en ese país asiático.

Políticos y funcionarios de salud pública habían advertido que los avances en la lucha contra la pandemia, obtenidos con mucho esfuerzo, no podían ponerse en peligro por relajar el distanciamiento social durante los feriados de Semana Santa. 

En Europa, donde estas fechas son temporada alta de viajes, las autoridades establecieron controles en carreteras y desaconsejaron las reuniones familiares.

Mientras que en Japón, muchos han criticado al primer ministro, Shinzo Abe, por su lentitud para tomar medidas. La prefectura de Aichi, sede de la automotriz Toyoto, declaró el viernes su propio estado de emergencia alegando que no podía esperar a que el gobierno lo agregue a su lista.

“La situación es crítica”, señaló el gobernador de Aichi, Hideaki Omura. “Decidimos hacer todo lo posible para proteger la vida y la salud de los residentes de Aichi”.

Japón confirmó 579 nuevos contagios para un total de 5.000, con 100 fallecidos. El país tiene la población más anciana del mundo, y el COVID-19, la enfermedad provocada por el virus, puede ser especialmente grave en los mayores.

En una muestra de lo rápido que el coronavirus ha doblegado a las economías mundiales, 16,8 millones de estadounidenses perdieron su trabajo en apenas tres semanas. Y se esperan todavía más despidos. La tasa de paro del país podría alcanzar el 15% en abril por primera vez desde el final de la Gran Depresión.

En Gran Bretaña, su primer ministro, Boris Johnson, salió de la unidad de cuidados intensivos del hospital de Londres donde estaba siendo atendido por el virus. La salud del político, de 55 años, había empeorado a principios de semana mientras su país enfrenta su peor crisis desde la Segunda Guerra Mundial.

En todo el mundo, se superaron los 95.000 fallecidos y el número de casos confirmados llegó a 1,6 millones, según un conteo de la Universidad Johns Hopkins. Pero se cree que la cifra real sería mucho más alta por la cantidad limitada de pruebas que se realizan, la diferencia de criterios para contabilizar a los muertos y la ocultación de datos por parte de algunos gobiernos.