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Con improvisación y falta de medios, España afronta las llegadas de migrantes


Desde que el viernes fue rescatado de un bote inflable en el Mediterráneo, Glenn Alban ha estado durmiendo al raso en el puerto de Algeciras, una ciudad del sur de España en primera línea de la ola migratoria en los últimos meses.

Este muchacho camerunés de 18 años cuenta que sólo recibe dos comidas al día: leche y galletas para desayunar, jugo y bocadillo para cenar. Está esperando a que la policía lo identifique y le permita salir de este puerto, uno de los más grandes de Europa y a pocos kilómetros de África.

“Las cosas son difíciles. Y hace mucho calor”, dijo a AFP este lunes, señalando el lugar donde duerme: unos cartones sobre el suelo, protegidos del sol abrasador por una manta de Cruz Roja atada a modo de toldo entre una barrera y un bloque de cemento.

“No esperaba quedarme tanto tiempo así. Estoy chocado, no puedo creérmelo”, añade Alban, que vivió dos años en Marruecos antes de cruzar a España, y esperaba una acogida más ordenada en Europa.